De la cata tradicional al análisis sensorial moderno.

¿Qué es Catar? ¿Algo frío, distante, implacable? ¿Es un ejercicio tedioso y analítico sin más? Puede ser una forma educativa para los consumidores, un argumento para desacreditar al bodeguero o quizás podría ser una forma de dejar patente nuestro más profundo desconocimiento. O puede que todo lo contrario.
Y, lo que es más importante ¿Como se puntúan los vinos?
La escala estadounidense (para entendernos, Robert Parker, considerado el gurú mundial de la cata) establece la calidad de los caldos según los siguientes parámetros: “bueno” (de 80 a 84 puntos), “muy bueno” (de 85 a 90 puntos), “excelente” (de 90 a 94 puntos) y “extraordinario” (de 95 a 100 puntos); los consumidores de Estados Unidos, Londres y Japón se fían de la nariz de Parker, cuyas catas tienen un interés global y son políticamente correctas, pues sus sentencias no entienden de fronteras. En la cata tradicional el hombre es más sujetivo, ya que el es el “instrumento de medida” (ojo-nariz-lengua).
Los sentidos electrónicos permiten un análisis rápido, de bajo coste y control del producto para vinos de comercio en serie (supermercados etc.); un programa informático de tratamientos de datos que da una representación grafica en la que cada vino está representado en un color, permite conocer al detalle qué vinos cumplen con una serie de parámetros, puesto que es capaz de distinguir vinos elaborados en barricas de distintos tipos o por tipos de uva. Además hay un panel electrónico para la caracterización organoléptica de vinos que cuenta con una serie de sensores quimiorresisitvos para la evaluación de aromas y electroquímicos para la caracterización de sabores. La combinación de los dos sistemas permite una evaluación sensorial final garantizada por  una alta tecnología de control en todos los sentidos.